El eco del amor
El teatro estaba desierto, salvo Víctor, que se erguía en el escenario, como un actor perdido en sus propias palabras.
—El amor es una farsa, Eva —dijo, su voz quebrada por la intensidad de la confesión—. Un juego de máscaras, un teatro sin sentido.
Desde la oscuridad, Eva lo observaba implacable. Su voz surgió como una declaración de guerra.
—No es una farsa. Es un destino. Como en Shakespeare, somos actores en un drama sin guión, atrapados en el abrazo de lo inevitable.
Víctor dio un paso hacia ella, como si quisiera tocar la verdad que se escapaba entre sus palabras.
—¿Y si todo es una mentira? ¿Si todo lo que vemos es solo una ilusión que nos empeñamos en creer?
Eva se levantó lentamente, caminando hacia él. Sus ojos eran dos llamas que desnudaban la fragilidad de su alma.
—La mentira, Víctor, es la única verdad que nos salva. El amor es el teatro donde interpretamos lo que jamás seremos. Y aún así, seguimos actuando.
El silencio invadió el escenario hasta que un paso más los unió. Él la miró, buscando una respuesta que ya no necesitaba. Eva lo besó y el telón se cerró.
Alvarín