Cuadros de humor y amor al fresco
Domingo 27 de abril, 19 h
Si el humor es un fluido, entonces el amor es un gas. El primero puede ser denso, negro, viscoso, vitriólico, como magma…
También ligero, candoroso o refrescante, lleno de chispas. Lubrica las coyunturas, reduce la fricción entre superficies y torna en energía calorífica el movimiento. El segundo, por su parte, tiende a ocupar todo el espacio en que circula con libertad; no lo vemos, pero está ahí y solo lo notamos cuando nos falta.
Se expande y filtra por cualquier rendija, por cualquier poro, por cualquier alveolo, cancelando la diferencia entre dentro y fuera, entre esto y eso, entre tú y yo, y fundiendo todos los vosotros y ellos en un nosotros. Estos cuadros, configuran el marco, la hipotética frontera, y contienen ambas sustancias en relación proporcional equilibrada; sin ganancia de función, sin proteínas inactivadas, sin dosis de refuerzo. Acompáñennos, si lo desean, aquí les inocularemos el verdadero antídoto del miedo.



Si la comedia de referencia durante el franquismo es la de Mihura, la de la transición y los años siguientes es la de Alonso de Santos. Hoy, su estilo, reflejado en el argot de los personajes, se nos aparece antiguo, noventero, porque la evolución de las telecomunicaciones ha cambiado nuestras relaciones humanas tan bruscamente y en tan poco tiempo, que apenas recordamos cómo era aquello de no estar hiperconectados constantemente. Sin embargo, la soledad del individuo sigue siendo el punto de partida para la búsqueda y más de uno sospechamos que en muchas ocasiones, esta conectividad, se presenta como poco más -y nada menos- que un espejismo, una nebulosa, un holograma. Por eso la mirada a veces ingenua y siempre compasiva con los personajes de Alonso de Santos, nos sigue pareciendo reveladora.